Para que la moneda sea denominada como tal debe cumplir una serie de requisitos. Metallum, figura y prondus fueron los elementos fijados por jurisconsultas y economistas romanos. Equivalen a metal, forma y ley. Ya san Isidoro en sus Etimologías decía que faltando una de ellas no hay moneda. Pero el valor de una moneda depende de su aceptación y su elección en la antigüedad como medio fundamental de intercambio se debió a muy diferentes motivos:
Primeramente los metales preciosos han sido siempre muy codiciados por su escasez y belleza. Pero el valor de los metales oscilará según las minas existentes en cada época histórica. El oro era el más escaso y estable en conservación por ser inalterable al agua y al aire (sí se altera ante al agua regia). Antes el oro era amarillo; hoy es rojo y procede fundamentalmente de Alaska, Sudáfrica o Australia. En la antigüedad fueron importantes las médulas gallegas y las extracciones del Sil o Darro. El Nilo dio oro en época prehistórica y en esta época tiene origen la ruta del Sahara por la que llega oro a Europa del sur africano. Su fineza podía ser casi pura, como los áureos romanos, o realmente baja, como los trientes visigodos.
La plata se extraía de plomo argentífero y raras veces se encontraba en placas. Se fundió inicialmente en electron (aleación de plata y oro). En la Antigüedad destacaron las minas griegas de Tracia y Laurion. Los romanos harán famoso el Denario y los barcos españoles cargados de América harán ricos a los grandes banqueros de Amberes y Génova. El real de A8 o duro español, por su peso, se convertirá en moneda de universal aceptación y su riqueza lo hará patrón de otras monedas que lo imitarán como el tahler alemán y dólar americano, cuyo emblema es la simplificación de las dos columnas de hércules cruzadas por la banda donde se afirma orgullosamente plus ultra, para las gestas hispánicas.
El cobre se comenzó a extraer en el V milenio en Anatolia. Los Tartessos lo dominaron en el sur de España (por ello se fundará tempranamente Cádiz) y mantenían contactos comerciales con el noroeste hispano, por una ruta denominada Vía del Estaño, antecedente de la romana Vía de la Plata. El as romano o el vellón estarán compuestos fundamentalmente de este elemento. Los Sécuanos del Este de Galia acuñaron moneda en este metal y algunos emperadores romanos en alejandría acuñaron en cobre, estaño y plomo.
Ambos metales, plata y oro, junto con el cobre, se convirtieron en la base de la moneda por ser homogéneos en su composición y cada uno de ellos cumple una determinada función en la sociedad, desde el cobre utilizado en los pagos menores y diarios, hasta las monedas de oro casi puro utilizadas para pagos al por mayor, financiar grandes obras, guerras, rescates, o pagar favores importantes. Por el hecho de ser un medio de cambio de común medida debe tener un valor establecido, con múltiplos y divisores, ser homogéneos con respecto a las de la misma serie, tener relativa estabilidad en su conservación y en su precio, una perdurabilidad en el tiempo (se busca un mínimo desgaste), ser recognoscibles, de fácil transporte y con el mayor valor ajustado posible con respecto al intrínseco (al que hay que sumarle los gastos de fabricación y lucro legal del emisor). Por todas estas circunstancias tendrá mayor o menor aceptación. Por ello las monedas fueron substituyendo a otras mercancías acreditadas, inclusive a los cereales y animales, pues todos estos no proporcionaban las facilidades de uso que prestaban los metales y las monedas. Surgen por convención y su objeto es ser un medio útil para el intercambio, por su estabilidad en el precio y su fácil divisibilidad.
La materia no sólo hace referencia a los metales empleados sino a su aleación, valor, condiciones de uso y técnicas y procedimientos de fabricación. Como se dijo, el oro, la plata y el cobre fueron los metales más utilizados. El resto de metales fueron más escasos pero también se usaron. Nos llegaron noticias de la acuñación de hierro en el Peloponeso antiguo pero que pronto fracasaría por tener mucho peso y escaso valor. Algo similar aconteció en la época de la II República Española, cuando debido a la crisis económica, social y a la guerra, se tuvo que acuñar en hierro y hasta en latón. Las épocas de crisis siempre han sido propicias para devaluar la moneda o utilizar metales inusitados de escaso valor. El plomo se utilizó en forma de balas en Massachusetts, las Indias Portuguesas y Birmania. Japón y Alemania durante las dos guerras mundiales son otro buen ejemplo. El estaño también fue escaso. Dionisio de Siracusa lo acuñó en la antigüedad y Carlos II en la Inglaterra moderna; En Java y México son algo más comunes. Quizás se acuñó estaño en una rara emisión del imperio romano, de interpretación más que problemática. El platino se batió en Rusia en 1828, y hoy se está convirtiendo en cotidiano en las monedas conmemorativas de muchos países. Es curioso el hecho de que fuese un material muy utilizado en falsificaciones del siglo XIX, debido al menor valor del platino con respecto al oro, pero hoy se cotizan de manera similar tanto las originales como las réplicas, por la tremenda subida del platino. El Níquel se utilizó en el III a. C. en la India o en la España de Alfonso XIII. El aluminio, por raro que parezca, ya se batió en acuñaciones del Aragón medieval. Otros materiales fueron el vidrio moldeado, cuero o madera.
La metrología trata sobre pesos, medidas y su relación. Es lo que los romanos llamarían ratio. El sistema monetario antiguo estaba basado en el ponderal babilónico o sexagesimal, cuya relación es 1:60, y cuya unidad era el sequel o siclo. Así una Mina eran 60 siclos y 60 minas un talento. Pronto fue adoptado por los persas aqueménides. Los griegos lo adaptaron al sistema duodecimal; así seis óbolos eran una dracma. Los talentos eran unidades de cuenta y equivalían a 6000 dracmas y la mina equivalía a 100. Los romanos combinan el duodecimal con el decimal. Así por ejemplo el As tenía doce uncias u onzas. De aquí pasó a la Europa medieval por el imperio Bizantino y el mundo árabe. Por ello que el sistema carolingio sea fiel reflejo del romano. El sistema métrico decimal se difundirá en las monedas con la Revolución Francesa. Cada época tiene sus unidades fijas de valor que hacen necesario unidades de cuenta que muchas veces nunca existieron físicamente, como el talento o el millón.
Solemos asociar la ley con el grado de fineza del metal o la proporción existente de metal precioso en la aleación. Pero el nombre hace referencia a las leyes que regulan el privilegio de emisión de moneda, las magistraturas encargadas de ésta, el sistema monetario y su relación entre sus divisores y pureza.
La ley emana del derecho o poder público o privado, ya sea gubernamental, real, feudal o episcopal, quienes también pueden hacer concesiones o fraccionar el derecho de acuñación. En todas las épocas se ha intentado monopolizar el privilegio de emisión, y quien no hiciese caso de esta restricción incurriría hasta en un delito condenado con pena de muerte. Los reyes insistían en que es un privilegio real: ius monetae. El código de las siete Partidas de Alfonso X y ordenaciones posteriores lo ratifican. En la Grecia antigua se formaron las Omonoias para emitir moneda común, en las que suelen aparecer Gracias o símbolos de independencia de las ciudades. Se acuñaba, pues, por razones políticas o de prestigio. Inicialmente los pueblos bárbaros no acuñan, pues el oro bizantino y bajo imperial bastará para satisfacer su economía, convirtiéndose en la moneda acreditada de todo el mediterráneo, pero, más tarde, sus monedas se convertirán en un símbolo de reconocimiento de soberanía, con una profunda intención política y propagandística.
Las diferencias entre el valor nominal e intrínseco de una moneda permite el nacimiento de la moneda fiduciaria, que se acepta a sabiendas, por penuria de numerario o para pagos ínfimos. Aquí se inicia el proceso de empeoramiento de la moneda, hasta que en 1914 todas se convierten en fiduciarias. Pero la moneda fiduciaria es tan legal como la otra. La falsa no tiene poder legítimo. La moneda absidional se acuña en momentos circunstanciales y la moneda mala es legal pero de baja ley. A veces esta diferencia surge del lucro excesivo de la autoridad emisora que consigue más talla y menos ley y que hace que su moneda sea poco acreditada.
Entre los otros objetos monetiformes sobresale la Medalla (meaja en aragonés), que tiene tanto interés histórico como las monedas, pese a carecer de valor económico liberatorio. Subrayan un hecho conmemorativo y fue sinónimo de moneda, así como el óbolo o medio dinero en el s. XII. Los griegos carecieron de medallas, pero porque sus monedas cumplían esa función conmemorativa. Los romanos acuñaron medallones en los tres metales para que sirvieran de donativos u ofrendas religiosas, adornos o talismanes, o enseñas militares. La Medalla moderna nace en Italia a finales de la Edad Media teniendo su esplendor en el s. XVI con maestros como Víctor Pisco, el Pisanello, el primero que acuñó bronce en 1439, y con artistas de la talla de Miguel Ánguel. Fue común la aparición de motivos cristianos, como el monograma de la Virgen. Se acuñaban por fundición ya en el s. VII. Estas medallas tienen relación con los monedones llamados piezas de placer, como los cincuentines o centenes de los Austrias o las 100 pesetas de oro con la cabeza de Franco.
Los ensayos y/o pruebas son monedas no circulantes por proceder de talleres oficiales y expertos grabadores. Pueden ser adoptados y no adoptados. Los contorniatos romanos, téseras teatrales y de juegos, tantos de oro y fichas de cafés sirvieron como dinero pese a no ser moneda estrictamente. Las monedas híbridas son las que tienen anverso y reverso correspondientes a dos piezas distintas y que se acuñaron así por error. Curiosas son las llamadas monedas inventadas, como las 2 pesetas de las cantonales, 8 reales de México de Morelos, el cajatorix de los Aduatucos de Francia o el Tairú o el Ming Tung chino o billete de banco del más allá, utilizado en ritos funerarios.
La forma y su aspecto, sus tipos y leyendas, influyen hasta en su nombre otorgándonos información histórica o artística. Según su aspecto nos llegó hasta la actualidad nombres como perras, cuartos u ochavos. Según la autoridad que manda acuñar o ciudad emisora tenemos reales (reyes de Francia), soberanos (de Inglaterra), Dáricos, Filipos y Alfonsíes (de Darío, Filipo y Alfonso), Sucres, Bolívares o Balboas (de los libertadores y el conquistador de Panamá); morabetinos o maravedíes (de los Almorávides); tornes (de Tours), castellano, ducado, etc. De tipos sobresalen los cuproníqueles de Alfonso XIII llamados carabas, los caballitos de Franco o los arqueros, lechuzas y tortugas de la Grecia antigua. En Roma los Bigati, quadrigati y victoriatos. El florín o flor parlante de Florencia, los ducados de las dos cabezas de los Reyes Católicos, los pepiones o dineros castellanos con el rey niño, los cornados o cabeza de rey coronado o los columnarios con las columnas de Hércules son otros ejemplos de monedas conocidas según sus tipos o aspecto externo.
De la calidad del metal tenemos los excelentes o el duro (que se opone al peso blando); según su valor tenemos la peseta, el peso y pesetón; según su composición el Áureo y argentífero (gualda o gulden en Holanda); según su color la Blanca; según su tamaño el Groat o menudo y según su lugar de circulación el drielander y vierlander.
Otros elementos relacionados con la forma en la moneda y con la tecnología numismática serían el cospel o flan, que inicialmente era de forma irregular pese a aproximarse al círculo en el s. VI. Se adecuaba al lingote, intentando disminuir el roce y evitar recortes. Sin embargo existieron piezas cuadradas almohades en Al-Andalus y maravedís navarros cuadrados acuñados por Fernando VII; las macuquinas son irregulares y en Japón se están dando hasta formas fantásticas. El cospel está parcialmente cubierto por representaciones figuradas o tipos además de rótulos o leyendas. Los espacios libres se denominan campo. El canto puede estar dentado o presentar otros motivos para evitar los recortes o cercén. El exergo es la parte inferior de un tipo o figura donde se suele poner el nombre de la ceca u otra inscripción.
El conjunto visible de la moneda es la impronta. En España también se denomina de esta forma a la reproducción en papel o moldeados y vaciados en escayola, cera, lacre o ebonita. Engloba los tipos, leyendas, símbolos, marcas y sellos. Sin leyendas serían anepígrafas. Los tipos que describen un objeto son parlantes, como el elefante pisando, símbolo galo de césar. Desde el helenismo se generalizarán los retratos de príncipes para el anverso, denominándose cara, y cruz para el reverso, por ser común en muchas monedas cristianas. Se puede dudar sobre cuál es el anverso en muchas monedas. Para la antigüedad serían donde aparece el Dios, el gobernante o el emblema de la ciudad. Para el mundo árabe donde se lee la profesión de fé. La impronta puede dar lugar a interpretaciones a veces no explícitas que requieren su apoyo en la arqueología e historia. Por ello que aún desconozcamos el significado de parte de los símbolos griegos. Pero debemos tener en cuenta que no hay nada en la moneda que sea banal, caprichoso o sin trascendencia, debido a que es un documento público de soberanía.
La interpretación de las leyendas está relacionada con la epigrafía y la paleografía. Hasta casi mediados del siglo XIX el idioma oficial de la numismática en occidente fue el latín. Las leyendas, al igual que los retratos magnificados, sirven para realizar propaganda política, conmemorando victorias, obras públicas, la ascensión de un nuevo gobernante, etc. Su conservación es importante para su interpretación. Su pátina o alteración superficial no permite una correcta interpretación si está formada por óxidos u otros problemas ambientales graves.
Los elementos exteriores de la moneda pueden ser originales o modificados y para su estudio su contexto es importante. Así los resellos y contramarcas pueden alterar el área de circulación, valor o prolongar su vigencia. En casos se han reacuñado cospeles de monedas anteriores, debido a urgencia o escaseza.
En relación con la forma está el procedimiento de fabricación, desde los materiales a la aleación o técnica. Generalmente se utilizaban cuños de bronce, hierro e incluso acero (ya en época de Constantino). Primero los cospeles eran trabajados como camafeos o entalles, relacionándose en este aspecto con la glíptica. Su fabricación podía ser por fusión o acuñación, siendo el metal ablandado en este último caso. La acuñación era a martillo, volante, molino de rodillos, o balancín. Actualmente las prensas modernas dieron lugar a rápidos sistemas que permiten una acuñación en frío.
Por: Pablo Núñez Meneses
Presidente de ANVAR
Bibliografía
BELTRÁN MARTÍNEZ, Antonio: Introducción a la numismática universal. Madrid. 1987. Istmo.
NÚÑEZ MENESES, Pablo: Los flores de cuño y los sincirculares. Numismática, graduación y conservación. Inédito.