II.3-La moneda suevo-visigoda en Galicia:
La moneda del sistema romano en Hispania no acabó con la llegada de los pueblos bárbaros, como tampoco lo hicieron el comercio ni el esplendor urbano, sino que las series de estas tribus son el epílogo que termina con la invasión musulmana. El volumen de acuñación y circulación disminuye, pero no se anula como aconteció en Inglaterra inmediatamente después de la caída del Imperio Romano, donde apenas usaron la moneda en doscientos años y donde sólo sobrevivió como joyas y donaciones . La disminución del uso del dinero fue paulatina en Hispania hasta casi anularse en el siglo VIII, y va pareja con una progresiva reducción del volumen y velocidad del comercio y con un retroceso del auge urbano, si bien ninguno de estos tres aspectos llegaron a suprimirse nunca, como lo demuestra la producción industrial tardorromana que se mantiene en época sueva, y el renacer urbano del siglo XI, que se produce sobre ciudades existentes anteriormente .
Se ha hablado abundantemente sobre los procesos de ruralización tras la caída del Imperio Romano de Occidente, si bien fue un proceso progresivo que se hace notar en el siglo VII y VIII para recuperarse con el auge urbano en el siglo XI. Las villae, modelos de explotación descentralizados, no eran contrarias a la vitalidad urbana , sino que tenían relaciones mutuas con la ciudad, con exportaciones regionales y supra-regionales. Para muchos representan el “verdadeiro xermolo do feudalismo medieval” .
Los pueblos bárbaros no tenían tradición de moneda propia. Tras su asentamiento se adueñan de las cecas y acuñan a nombre del emperador, primero, y al suyo propio, después. Es un ejemplo más de su aprovechamiento de las viejas estructuras organizativas romanas y algunos han relacionado la cuantiosa distribución de cecas suevas en Galicia con la diversificación organizativa y administrativa de la Iglesia como principal institución estructuradora del territorio . El nivel inicial de uso del oro en occidente bajo los pueblos bárbaros fue similar a oriente y los impuestos seguían siendo en oro pese a que las acuñaciones de oro disminuyen. La acuñación de cobre fue la más escasa, y no se recuperará, salvo en la Hungría del siglo XIII, hasta el siglo XV en Europa Occidental, a excepción de Sicilia, cuya vida natural urbana estaba adaptada al Imperio Bizantino. Poco más éxito tuvo la plata, con la moneda de la silicua.
Según dice Hidacio, los Vándalos, Alanos y Suevos se repartieron las provincias de la península a la suerte, tras que cruzasen los Pirineos en el 409. A los Suevos y Vándalos les correspondió Gallaecia, que ocupaba Galicia, el Norte de Portugal, Asturias y León. El territorio ocupado por los Suevos fue el más occidental, al sur del Miño, con Braga como capital del nuevo reino. Los Alanos ocuparon parte de la Cartaginense y los Silingos la Bética. Sólo la Tarraconense, tal vez por acuerdo con el usurpador Máximo, quedó libre de invasores.
Los suevos conquistadores se reservaron los cargos político-administrativos. Suponemos que no pudieron asegurarse el poder sin establecer lazos pacíficos con los galaicorromanos, por ser minoría poblacional (en torno a treinta mil personas), y conocemos matrimonios entre jefes bárbaros y descendientes de la clase senatorial como táctica que justificaba el poder alcanzado por los invasores y que favorecía la pacificación. Esto produjo un mestizaje similar al acontecido tras la invasión celta, que dio lugar a la cultura castrexa, y parecido al producido tras la invasión romana, que dio lugar a la cultura hispanorromana. Los suevos no ocuparon toda Galicia, sino que se concentraron en la zona de Braga, reservándose las tierras más favorecidas y declarando los prados y montes como comunales. La organización familiar, fundamentada en el padre, era la base de estos pueblos y pervivió largo tiempo en Galicia .
Lugo era la ciudad romana más importante de Gallaecia y lo seguirá siendo en esta época, después de Braga. Sabemos que existía un dux, de reminiscencias romanas, cuando los suevos tomaron la ciudad de Lugo en la Pascua del 459 y además Lugo será la capital del reino del norte tras la división del reino suevo en dos.
Los reyes suevos, al principio, en territorio galaico, imitaron los sueldos o solidus de Honorio y también utilizaron moneda de plata o silicuas, en la que el rey se atrevió a poner su propio nombre. Después acuñaron tremisis de oro y quizás varios follis. En Braga se acuñaron monedas de oro ya en tiempos del reinado de Hermerico (410-438/441), pues la primeras monedas llevan como inscripción el nombre del Emperador Honorio (393-423). Esta acuñación demuestra cierta consolidación política y económica, aunque la dominación de las regiones del reino fue lenta, en especial en los conventos jurídicos de Lugo y Astorga, donde apenas habían asentamientos suevos. No hay razones para dudar que Hermerico fuera rey de los Suevos, puesto que Hidacio le llama de ese modo y de sus sucesores existen varias pruebas, como de Rechiario una silicua cuya inscripción lo demuestra. Poco después de firmar un tratado de paz con Roma, Hermerico fallece en el 441 y le sucede su hijo Requila, quien ensancha su reino haciendo incursiones en la Bética y la Lusitania, cuyo objetivo era más el saqueo que la conquista . Su hijo Rechiario fue invadido por las tropas del rey visigodo Teodorico y Agiulfo fue puesto como gobernador del reino Suevo en la ciudad de Portucale. Pero no había pasado un año cuando se sublevó en provecho propio nombrándose rey de los suevos. Fue derrotado y muerto en el año 456. Dos pretendientes se disputaron el trono y como consecuencia de esto surgieron dos reinos independientes, uno en el sur con capital en Portucale y después en Bracara, y otro en el norte con capital en Lucus y después en Tuy. Tras las continuas guerras por el poder, el Rey de Lusitania Remismundo consigue unificar el reino en el 465 instaurando de nuevo la capital en Braga. Tras él se abre una laguna cronológica en la que apenas tenemos fuentes sobre los suevos principalmente porque San Isidoro los borra de sus crónicas. Sólo sabemos que cuando llega el reinado de Carriaco nos encontramos un reino suevo milagrosamente pacificado, integrado y estructurado, muy distinto al convulso reino anterior a Remismundo.
El usurpador Andeca será el último rey Suevo pues en el año 585 Leovigildo lo conquistará e integrará definitivamente al reino visigodo , representando Galicia un territorio secundario para los visigodos, baluarte defensivo de los convulsos reinos de los astures y cántabros.
Todas las monedas de esta época son de extremada rareza, como indica Reinhart en su magna obra , salvo los sólidos a nombre de Honorio, acuñados en Braga en tiempos de Hermerico y conocidos como monedas de imitación. De esta época se conocen también varios tremisis. A nombre de Valentiniano III existen varios tremisis de oro, más raros que el sólidus de Honorio pero no excesivamente escasos y que son llamados de tipo nacional . Rarísimas son las monedas con la leyenda Munita, de formas muy degeneradas con respecto a las romanas, donde encontramos una con una “L” invertida atribuible a Lugo y cuya leyenda de anverso dice Leo Iacotis Munita (véase Imagen 3). Se sitúan cronológicamente en torno al año 500. Otras son atribuibles a Ourense o Tui. Uno de estos tremis muestra la leyenda Munita Gallica Pax , que apoya la denominación de Reino de Galicia cuando se habla de la época sueva . La silicua a nombre de Requiario es
rarísima y no está plenamente autenticada . La relación existente en
estas monedas era la de ocho silicuas de plata por triente de oro, y tres
trientes por sólido áureo, según indica San Isidoro en sus Etimologías.
Imagen 3: Triente o tremis de Lugo .
A raiz de dos documentos del siglo IX y XI que mencionan la existencia de estos sólidos gallicanos, hizo que Menéndez Pidal defendiese su origen francés, sin percatarse que podía también hacer referencia a Galicia. Sánchez Albornoz lo rebate indicando que los textos son de procedencia gallego-portuguesa y que en aquellos años ya se denominaba a Francia con la raíz franc- . Pero lo importante de todas estas piezas no es asignarles un lugar exacto de origen, sino ser conscientes que pertenecen, al igual que muchos follis de imitación no catalogados, al mundo suevo de Gallaecia, y que reflejan la existencia de cierta estabilidad política y económica. Sin embargo la circulación de moneda se ralentiza muy mucho con respecto a las últimas décadas del Imperio Romano, produciéndose un retroceso en el uso del dinero, aunque no tan grande como el retroceso en las prácticas del comercio, y la gran cantidad de cecas contrasta con la poca producción de las mismas, relacionadas, más que con pequeños yacimientos auríferos, con la existencia de núcleos locales de carácter administrativo, que después serán re-aprovechadas por las actuaciones acuñatorias visigodas de tipo político. Existe una crisis económica pero no sólo por falta de moneda, sino por descenso de la población, desorden, guerra, y despoblamiento rural. No podemos olvidar que desde poco después de la llegada de los Suevos, se produjo una lucha por el dominio del Noroeste hispano, no sólo externa contra los visigodos, sino también interna.
En el tercer cuarto del siglo VI se produce una separación crucial con respecto a la estructura política y económica del mundo antiguo, donde el sistema monetario también entra entra en juego. Todo comenzó cuando los bárbaros introdujeron su propio retrato en las monedas, que aconteció primero en las silicuas de plata, hecho muy criticado y acusado de ilegítimo por los emperadores romanos. Los Suevos fueron los primeros en hacerlo y en cuanto al oro los Francos y en España Leovigildo. Inicialmente sus monedas eran de tan buena ley como las del Imperio, pero el cobre y la plata mucho más pobres, hasta que a finales del VI también devalúan el oro .
El proceso de desmonetarización concuerda con el decrecimiento urbano y poblacional, la disminución del comercio no sólo inter-regional sino también local, con apenas comercio de lujo, y con una disminución de impuestos en oro. El transporte se ve afectado y las vías de comunicación entran en abandono, también por causa de la guerra. Se reduce el comercio a larga distancia, pero nunca se estanca. El estado tenía menos gastos debido a la inexistencia de un ejército profesional y de una administración compleja a la que pagar. Por ello había poco movimiento de moneda. Como en toda época de crisis la gente tiende a atesorar moneda, que ya no se recicla porque no vuelve al pueblo. Los grandes tesoros reales se invierten en guerras, donaciones o pagos a otros reyes, que a su vez vuelven a atesorar. El cambio con respecto a la bajo-romanidad, con una economía claramente monetal, es drástico, pues en el siglo VII ya se paga en tierras a los guerreros y no en oro. Este hecho contribuye a una organización feudal, en la que debido a la mala situación económica es necesario vivir de la tierra y tender a una economía autárquica donde apenas se requiera comprar productos foráneos, exóticos o de lujo .
Los visigodos acuñan trientes, ya no solidi, con una menor cantidad y calidad de oro. Las emisiones son reducidísimas con tan sólo una pareja de troqueles, pero con muchas cecas pequeñas que se relacionan, para con las acuñaciones del Noroeste, con cecas de viaje de tipo militar. Los trientes frisones se convierten en las primeras monedas fuera del área de acuñación antigua y estos serán precisamente los primeros en acuñar denarii. A fines del VII se deja paulatinamente de acuñar trientes, salvo en Italia, y gran parte del oro tesaurizado se convierte en joyas o va a parar a santuarios. Los últimos trientes serán los de Aquila II en España (711-715). Estas acuñaciones de oro serán substituidas por la de los Omeyas poco después, con dinares que se acuñarán hasta el siglo X.
Las cecas no estaban tan descentralizadas como se piensa, pues un mismo monetarius era responsable de varias y además los troqueles se cortaban posiblemente en centros escasos . De la quiebra de la autoridad real se ha hablado mucho infundadamente, y la numismática lo desmiente al mostrarnos que no existen trientes con nombres privados, como sí existirán monedas francas con nombres de obispos y abades de familias terratenientes. Además el monetarius, como funcionario público que era, representaba la autoridad real .
Los visigodos acuñaron moneda en unos treinta pueblos de Gallaecia, de los cuales conocemos en la actualidad Lugo, Orense, Tuy y Valdeorras. De los demás se desconoce su ubicación exacta pero son atribuibles en su mayoría a Galicia o a la zona que va entre el Miño y el Duero. Es curioso que esta zona es también una de las más pobladas de monedas tipo caetra, que como dijimos, atribuimos a Lugo. Se estima que la leyenda Petra se refiere a Piedrafita, Laetera a Latra (Lugo) y Bergancia a Betanzos. Fraucello y Pincia se sitúan en Ourense. Se conoce al menos un tremis acuñado con leyenda Iria . Para la Tarraconense se estima que funcionaron diez cecas, nueve en la Cartaginense, siete en la Bética, trece en la Lusitania y tan sólo una en la Narbonense, por lo que tan sólo las cecas gallegas igualan a la totalidad restante de la España visigoda y si abarcásemos lo que son las cecas de la Gallaecia, las superarían con creces.
Imagen 4: Triente lucense de Suintila
En Lugo acuñaron con total seguridad los reyes visigodos Recaredo I, Suintila, Chintila, Tulga, Chindasvinto, Egica y Witiza. Existen trientes que así lo demuestran. Se duda si lo hicieron Sisebuto y Sisenando. Todos acuñan en oro tremissis o trientes de extrema rareza . Su arte en la acuñación dista bastante de la romana y es a modo general muy simplista. Chindasvinto será el primero en sustituir el busto en reverso para insertar un monograma. En cuanto a las leyendas abundan los anversos con la palabra Rex o Re, junto con el nombre del monarca, y en los reversos el topónimo de la ceca junto con los epítetos Pius, Iustus o Victor. En la Imagen 4 podemos ver, para con este triente lucense, la leyenda Suinthila Re en anverso y Luco Victor en reverso.
Es posible que la diseminación de cecas suevo-visigodas indique una vitalidad del comercio a nivel local. También la población menguante parece haberse concentrado en un número menor de lugares privilegiados, como acontece en la Galia del siglo VII. Lo que está claro es que el período suevo-visigodo es de vital importancia para la numismática por representar la quiebra evolutiva con respecto a la antigüedad, con la completa desaparición de la monetaria antigua y la gestación de la moneda que será genuinamente europea, el dinero, de plata, que contrastará con las numismas bizantinas de oro . También sirve de antecedente de la multiplicación de las cecas merovingias del siglo IX y para el caso lucense, antecedente de lo que será la ceca medieval. Es el período dorado de la numismática gallega, pues en ninguna otra época de la historia se acuñó moneda en tantos pueblos de la geografía gallega, aunque también uno de los menos estudiados.