La moneda, su invención y desarrollo, es uno de los más importantes mojones que flanquean el camino de la cultura humana, por su impacto en la configuración de la vida de las personas. Nada que afecte a la vida de los hombres deja de estar presente en la moneda, pues como parte de la cultura material de los pueblos tienen el mismo valor que cualquier otro objeto arqueológico. Cualquier pieza metálica, incluso una de ínfimo valor, puede narrar historias emocionantes y llenas de vida de los hombres que la hicieron posible. Estas son las palabras del catedrático Beltrán Martínez, quien resume a la perfección la importancia que han tenido las monedas en las relaciones económicas y sociales de las personas, tanto que muchos economistas llegan a afirmar que no existe sociedad avanzada sin moneda. Es curioso que un descubrimiento tan trascendental fuese tan tardío y de una implantación tan relativamente lenta. La función del científico historiador es la de ver más allá de la moneda y entenderla desde su contexto histórico, social, económico, cultural, político y estético.
La definición tradicional de numismática que la describe como la ciencia que estudia las monedas, medallas y su evolución es, desde luego, una definición excesivamente escueta por pretender estudiar el objeto como un fin en sí mismo y no como un medio para comprender la realidad histórica y social que la envuelve. Esta definición estaría más próxima a una interpretación de la numismática desde la teoría estética o artística, motivo por el cual infinidad de coleccionistas las atesoran, las aprecian y las desean, pero distaría muy mucho de la realidad existente en estos documentos históricos. La numismática es una Ciencia en todos sus aspectos y está íntimamente relacionada con la arqueología, el arte, la economía, el derecho, la política, la sociología, la teoría de las formas y, como no, con la Historia. Además, metodológicamente está relacionada con la epigrafía, la esfragística, la heráldica y la glíptica.
Existe un oculto mundo de resortes económicos que hacen que la moneda nazca, se desarrolle, circule y muera como un ser vivo, cumpliendo misiones misteriosas que se engranan bajo leyes casi matemáticas como la de velocidad de circulación, la ley de Gresham, que comprueba que la moneda mala desplaza a la buena, la ley de la inflación, la de las regulaciones de su valor intrínseco y su precio justo, etc. Desde el trueque o las mercancías acreditadas al metal amonedado, a la letra de cambio, al simple papel impreso en billetes con firmas y sellos o a la tarjeta de crédito, ha transcurrido largo tiempo en la Historia del Hombre que va pareja a la Historia de la moneda. Si la historia del rey Midas nos demuestra que las riquezas no son lo primordial, el dinero sigue siendo nuestro vellocino de oro, algo que no tiene valor en sí mismo pero que lo recibe por nuestra convencional asignación, aceptado sin excepciones, con acuerdos que gradúan el precio de los metales, que lo poseen intrínseco, pero también por el de papeles impresos o tarjetas de los más variados materiales y nulo valor objetivo. Ya escribía Góngora que Poderoso caballero es don dinero, o el pareado popular catalán: el dinero es un metal que hace bien y mucho mal. Desde su aparición las monedas se fueron convirtiendo en una nueva divinidad abstracta, símbolo de riqueza y poder, deseable por cualquier ser humano, desde el emperador al villano. Pero con el nacimiento del coleccionismo, este deseo se trasladó a aquellos que la aprecian por su rareza, belleza u originalidad, no representando aquí tanto la idea de valor crematístico como la idea de arte.
El vocablo numismática viene de nomos o ley (nummus en latín), porque su valor surge de una convención social o ley y es el poder público o privado el que establece su material, fineza y forma. De aquí pasó a nomisma y el mundo romano la conoce como moneta, apelativo del dios Iuno Suasori, cuyo templo estaba junto al Capitolio, donde existía una dependencia con taller monetario. Dicho apodo viene de una concha denominada cypraea moneta, que sirvió como mercancía acreditada. Fue sinónimo de dinero y de pecunia, guardando aquí relación con el ganado (pecus), que como muchos otros productos agrícolas, fueron las mercancías acreditadas por antonomasia, por tener pleno valor objetivo e intrínseco. Posteriormente surgieron otras diferenciadas de los alimentos hasta llegar a los metales y las monedas.
Para hacer Ciencia Numismática debemos seguir una metodología científica fidedigna y rigurosa. Es lo que Colbert de Beculieu llamaría caracteroscopia numismática. Tras el descubrimiento de una moneda debemos tener en cuenta todas las consideraciones posibles: observación y descripción de las características del hallazgo, su estratigrafía, otros objetos arqueológicos que lo acompañan (arqueología) y su composición química y metalúrgica. Tras descifrar las leyendas y símbolos (epigrafía y paleografía) procederemos a su localización en el tiempo y espacio, adjuntando información histórica, económica, social y artística, para a continuación resaltar la importancia y consecuencias que su hallazgo tiene para la comunidad científica. Tras esto realizaremos su limpieza y restauración si procede (cuanto menos se manipulen mejor), para su conservación en museos o colecciones de la manera más protegida posible, previa clasificación, ordenamiento y seriación con el apoyo de fichas y otra documentación informática que facilite su consulta y rápida localización.
Por: Pablo Núñez Meneses
Presidente de ANVAR
Bibliografía
BELTRÁN MARTÍNEZ, Antonio:Introducción a la numismática universal. Madrid. 1987. Istmo.
NÚÑEZ MENESES, Pablo: Los flores de cuño y los sincirculares. Numismática, graduación y conservación. Inédito.
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