PERSPECTIVA RELIGIOSA DE LA NUMISMÁTICA
En el nacimiento y desarrollo de la moneda, la religiosidad y la mentalidad social fueron tan cruciales o más que cualquier aspecto económico o político. Ya el sabio Nicola Parise nos dice que la moneda “es inseparable de los hechos sociales”; por ello, es necesario conocer un poco más la manera en que pensaban estas sociedades primitivas que en tiempos remotos comenzaron a utilizar la moneda. ¿Cómo llegó a hacerse la moneda un hueco en la economía primitiva tan llena de prejuicios mágico-religiosos, donde la propiedad privada apenas existía tal y como hoy la conocemos?
Para intentar contestar a esta pregunta tendremos que explicar, aunque sea brevemente, lo que significa el “Sistema del Don”, la principal regla jurídica por la que se regía la economía de estas sociedades primitivas, pero no sin antes establecer algunos rasgos principales de esta economía primitiva:
Desde el nacimiento de la sociedad, hasta la expansión imperialista de la moneda, siempre han existido intercambios económicos de productos con el fin de satisfacer diversas necesidades, pero inicialmente no se intercambiaban mediante moneda sino a través del trueque. Pero en una sociedad en la que todo era de todos, este trueque no era directo (entre dos personas), sino colectivo.
Esta es la primera regla que regía la economía primitiva, el carácter colectivo de los bienes de una comunidad. La propiedad privada, pues, apenas existía.
Otra cuestión importante, que define a la perfección la mentalidad social primitiva, es la carencia, al menos en los tiempos más remotos, de conceptos abstractos, cuyo máximo exponente es el concepto de tiempo. Eran, pues, sociedades que se preocupaban sólo por el presente, donde no existía una integración de pasado y futuro. Dentro esta mentalidad no cabía, pues, la abstracción máxima de la economía materializada en la moneda. No cabía que pensasen, que una moneda pudiese transformarse en un producto alimenticio, un servicio, o cualquier otro bien material.
La tercera cuestión importante, aunque parece obvia, es que se trataba de una sociedad eminentemente agraria, donde la única producción realmente importante (por sustentar a la población), era la agrícola-ganadera. La artesanía, pese a ser importante, no estaba tan bien vista ni contaba con tantos elementos mágico-religiosos en sus quehaceres. Imagínense lo que respecta al comercio u otros servicios. Por ello, como ya decía el gran Gerner, la producción económica estaba orientada únicamente al sustento de la clase productora, donde la consanguineidad era también otro elemento vertebrador de la sociedad.
Ante este contexto, podemos comprender a la perfección el sistema del Don, en el que existe una correspondencia entre el dar y el recibir, impuesta por la moralidad de la misma sociedad. Esto es, en las economías primitivas, si dabas, esperabas recibir algo a cambio, y si recibías, tu obligación era dar, es decir, corresponder. Esta regla de la correspondencia, aún vigente en algunos aspectos de nuestra sociedad (especialmente en el mundo rural), estaba empapada de creencias y prejuicios mágico-religiosos, que la convertían casi en una ley jurídica a seguir impepinablemente.
Todas estas teorías serían banales si no estuviesen corroboradas y comprobadas. En efecto se pueden ver en cualquier economía pre-monetal, y se vieron en el proceso de asimilación de la moneda en la Grecia Clásica (aunque el proceso comenzó bastante anteriormente), y en los intercambios entre púnicos y otros pueblos mediterráneos y no mediterrános (sólo por citar algunos ejemplos). Otra manera de evidenciarlo sería comparándolas con las sociedades primitivas actuales.
Para con el caso griego, siempre se ha hablado de la relación entre la moneda y la consolidación de la polis y la democracia, pero debemos matizar, que ni la democracia era universal, ni la moneda estaba tan relacionada con la polis como con la aristocracia. Es esta aristocracia la que ocupa los cargos de la administración, y las cecas acuñan según estas necesidades administrativas, y no según el comercio. Además, el atesoramiento exige más actividades acuñatorias. Desde este ángulo nos es más fácil comprender las palabras de Galiano, quien en la misma línea que Aristóteles, dice: “la moneda, tan útil como la sangre en el cuerpo del estado, debe mantenerse dentro de ciertos límites que sean proporcionales a las venas por las que corre”.
Pero inicialmente, cuando la moneda no estaba generalizada, ésta se utilizaba en ocasiones como medida de valor sacro (nunca comercial), como podía acontecer con otros objetos, e incluso con los bueyes, víctimas sacrificiales. Ejemplo de ello sería el uso de óbolos o varillas en las tumbas, que no se valoraban según su peso, sino por el hecho de serlo. Tenían la función de pago simbólico para pagar el pasaje del Aquerón. Más tarde perdió esta significación, no sin antes dar nombre a una de las monedas griegas más importantes y longevas en el tiempo.
La cuestión es saber si la moneda, al ser preciada, se convierte en objeto religioso, o si por ser objeto religioso se convierte en preciada. Los defensores de la segunda opción defienderían algo así como “la perspectiva religiosa de la numismática”. Parise también la escuda, e indica que el “culto da forma a las primeras expresiones abstactas de valor”.
El impacto fue brutal tras que la moneda se generalizase, al convertirse en cuantificadota de todos los aspectos de la vida social. La espiritualidad se va perdiendo, y las cosas ya no valen según a qué persona hubiese pertenecido (como acontecía en la economía primitiva), si no que valen objetivamente.
Entonces, si la moneda nace en Grecia con un claro componente religioso, se irá perdiendo hasta llegar a la concepción actual de dinero, y si bien tiene algo de vanidad patriotera y desde luego propagandística, como decía Keynes, el factor religioso es claramente superior al político en sus orígenes. Es en Grecia donde tenemos el primer precedente sobre banca, depósito y préstamo, y no podemos definir el dinero antiguo con respecto a lo que no era en Época Moderna.
Si Lidia y Persia inicialmente no diferencian entre metal pesado y amonedado (todo era propiedad del monarca), en Grecia desde luego lo diferencian, y es propiedad de la polis. Por ello los griegos llamaban a su moneda dolimos, garantizada, y los otros eudokimos, genuina, preciada.
El otro ejemplo que citamos serían las múltiples transacciones entre los púnicos con otros pueblos, entre ellos con los libios. La sociología económica comprobó que el trueque silencioso existente, no se explica en exclusiva de manera económica, sino ética (dones). No existe contacto físico entre las dos partes, por tradición, respeto y ética. Los indígenas libios interpretarían el intercambio en código de dones, y los púnicos en código económico.
Se podrían dar un sinfín de ejemplos, como el uso de las puntas de flecha entre los escitas y tracios, en sus tumbas y aljabas. Sin valor ponderal pero sí simbólico y sagrado. También se regalaban cuando el joven alcanzaba el status adulto, y para contar a los varones del ejército. Se ostentaban, y servían como medio de cambio, facilitando la asimilación del uso de la moneda más tarde, perdiendo su significado a medida que los griegos conquistan el ponto.
Por ello, para concluir, lo importante es no relegar el factor religioso e ideológico (inherente y congénito a toda mentalidad social) con respecto al origen de la moneda, desde luego no exclusivamente económico o político, sino, sobre todo, origen social de la moneda.
Pablo Núñez Meneses. Miembro de anvar.
Bibliografía:
PARISE, N: El origen de la moneda. Signos premonetarios y formas arcaicas del intercambio. Barcelona. 2003.
Felicidades por el blog. Saludos.